Wednesday, January 07, 2009


La corrupción y sus hijos del limo


Walter Paz Quispe Santos.


Las instituciones en su devenir cumplen años. Los aniversarios deberían servir para exorcizar vividores del su desordenada institucionalidad local y regional. Esos seres enrarecidos por el interés personal y el afán de saquear lo más que se pueda la comuna. Desde congresistas, autoridades regionales, alcaldes y regidores; parecen haberse puesto de acuerdo. Hacer del hurto una gestión, del clientelaje una gerencia, administrar la institución como una tienda.

Un año más en la organización y la roída institucionalidad peruana. Pero la corrupción parece vivir sus mejores momentos. Los escándalos no sólo vienen con sus miserias del centralismo. También se replican en las instituciones regionales del país. Y Puno no es la excepción. Tampoco lo son muchos Alcaldes provinciales y distritales que solo muestran galimatías y podredura, y no lo remediarán las revocatorias, estoy seguro. Dicen que toda excepción confirma la regla. ¿Habrá alguna excepción?

Naturalmente, las manifestaciones concretas del fenómeno de la corrupción son variadas, tienen distinta etiología y afectan a diversos intereses de modos muy diferentes. La corrupción administrativa, la política, mercantil o la judicial se presentan con sus mil máscaras, lo que hace que su comprensión y las medidas encaminadas a su control deban ser también particulares. Pero común a todos estos tipos de corrupción es la intención de las autoridades que intervienen en ella de obtener algún beneficio irregular que de otra manera no sería posible conseguir. Esta pretensión se manifiesta a través de la violación de un deber institucional por parte de los corruptos. En ese sentido, la corrupción se muestra como una deslealtad a la institución a la que se pertenece o en la cual se presta servicio. Su carácter desleal hace que los actos de corrupción se cometan en secreto, o al menos en un marco de discreción.

Vayamos con algunos ejemplos: hace poco escuché que en un proceso de reasignaciones en una UGEL (muy conocida por sus actos de corrupción) habían suspendido la adjudicación de plazas docentes hasta otra fecha, y cuando los docentes se retiraban hasta esa nueva fecha. Escabrosamente reiniciaron con las adjudicaciones beneficiando (¿a cambio de que?) a otros que no tenían posibilidades. Para variar, no se aclaran hasta ahora las relaciones de una conocida Academia preuniversitaria con la Universidad del Altiplano sobre el ingreso irregular de muchos estudiantes en un proceso de admisión. Es común observar como la Policía pide cupos a los transportistas para hacerse “de la vista gorda” de las infracciones que se cometen, y parece que a nadie le importa sancionar estos actos generalizados. Hasta existen instituciones intocables cuando de transparentar su gestión se trata: el ejército peruano.

Cualquier ciudadano siente inmediatamente una profunda irritación cuando escucha de actos de corrupción de Congresistas, Autoridades y Consejeros Regionales, Alcaldes y Regidores, y hasta cierta Prensa. Y asocia a ella toda clase de abusos de poder. Un acto de corrupción implica la violación de un deber posicional. Quienes se corrompen transgreden por activa o pasiva, o provocan la transgresión de algunas de las reglas que rigen el cargo que ostentan o la función que cumplen. Si Puno cumplió hace un mes 340 años de vida política, es importante preguntarnos ¿cuántos años más sobrevivirá la corrupción en ella?, aquella institución republicana que no nos deja pensar, ni nos permite crecer y concebir un desarrollo sostenible. Los aniversarios deben ser actos para hacer catarsis de nuestras desventuras morales y públicas, y sobre todo deben ser momentos de renovación de autoridades como del PELT y otros que viven a rompiente del lago Titicaca sin resolver sus problemas, o muchos funcionarios de la administración pública que han hecho del cargo en lugares del soborno y el lugar común institucional.

No sólo se necesitan discursos como “tolerancia cero”, o “gestión transparente”, sino hay que predicarlo con el ejemplo. La tarea de educar cívicamente corresponde a diversas instancias y suele ejecutarse a menudo mediante ejemplos. En ese cometido, las instituciones públicas desempeñan una función importante. Si la política juega un papel pedagógico claro, las decisiones, las actitudes y los comportamientos de los gobernantes pueden ser considerados como su contenido básico. Por esa razón, cuando las acciones de los gobernantes son corruptas, el mensaje que envían a los ciudadanos desde el poder en contra de la corrupción carece de relevancia práctica.





¿Imitación o creatividad en la Fiesta de la Candelaria?


Walter Paz Quispe Santos


Hace poco pude mirar en la televisión puneña, un video clip boliviano con un rotulo que provoca abiertamente a la festividad de la Candelaria, dice “la diablada es creatividad y no imitación”. En los segmentos audiovisuales, cuando se presenta a la diablada como creatividad se muestra facetas de la diablada boliviana en pleno esplendor, y cuando se refiere a la diablada como imitación se presenta a la diablada puneña en un proceso de desintegración y decadencia. El hecho me permite realizar algunas reflexiones sobre la Festividad de la mamacha candicha.

En primer lugar, no se ha agotado el debate sobre el origen de la diablada; ni se tiene certezas sobre el origen boliviano. Pero existe un nacionalismo boliviano recalcitrante al respecto, que cree que las danzas como la diablada son en intención y extensión boliviana, a pesar de que existen indicios de dicha danza en el centro del país, y otros países como España. Pero lo que llama la atención es que muchos puneños sin mucha reflexión contribuyen negativamente a que se alimenten estos falsos nacionalismos.

Por ejemplo, llama la atención que los puneños sigan danzando los “Tinkus bolivianos” o en la danza de la morenada, muchas damas puneñas sigan representando a “tarijeñas” o “cochabambinas”. Este hecho sin duda alimenta muy bien el slogan dicotómico boliviano que parece gustar mucho a algunos conjuntos afiliados a la Federación de Folklore y Cultura de Puno.

Tal vez la Federación de Folklore y Cultura de Puno, necesite una reflexión sobre los aspectos normativos de una festividad, y su presidente algún asesoramiento sobre antropología cultural; y el Director del Instituto Nacional de Cultura, abrir los ojos a la realidad puneña y fijarse de cuan importantes son las políticas culturales como marcos orientadores de las actividades culturales en la región. Las demás autoridades que fomentan el turismo y el mismo Gobierno Regional y el Municipio de Puno reconocer con humildad que tienen serios desaciertos en lo que a fomento de la cultura puneña y andina respecta.

La formulación de políticas culturales en las circunstancias actuales se hace muy necesaria y debería ser una prioridad en la agenda regional porque nos permitiría afirmar la puneñidad y el puneñismo, la andinidad y el andinismo; es decir, un orgullo regional, y seguramente no se cometerían estos errores en los conjuntos de danzas de la región Puno.

Las festividades se caracterizan por su originalidad y por su permanente dinámica, donde los danzarines como auténticos animadores de cultura, crean su propia concepción de la modernidad y se valen de ella; sin embargo, cuando están no están muy bien orientadas, se corre el riesgo de empezar a imitar, copiar, sin ninguna reflexión y por consiguiente a distorsionar la autenticidad y la creatividad que son rasgos de la danzas en sus contextos culturales.

Sino corregimos estas tensiones entre puneños y bolivianos, seguramente habrá mas de uno levantando la bandera de un falso nacionalismo, y algunos comunicadores sociales que dirigen programas radiales y televisivos orientados a difundir y fomentar la festividad de la candelaria, sin ninguna reflexión seguirán siendo cola de ratón sin ton ni son a favor de las distorsiones, las imitaciones, y el erial en la cultura a falta de una auténtica vocación puneñista.