¿Imitación o creatividad en la Fiesta de la Candelaria?
Walter Paz Quispe Santos
Hace poco pude mirar en la televisión puneña, un video clip boliviano con un rotulo que provoca abiertamente a la festividad de la Candelaria, dice “la diablada es creatividad y no imitación”. En los segmentos audiovisuales, cuando se presenta a la diablada como creatividad se muestra facetas de la diablada boliviana en pleno esplendor, y cuando se refiere a la diablada como imitación se presenta a la diablada puneña en un proceso de desintegración y decadencia. El hecho me permite realizar algunas reflexiones sobre la Festividad de la mamacha candicha.
En primer lugar, no se ha agotado el debate sobre el origen de la diablada; ni se tiene certezas sobre el origen boliviano. Pero existe un nacionalismo boliviano recalcitrante al respecto, que cree que las danzas como la diablada son en intención y extensión boliviana, a pesar de que existen indicios de dicha danza en el centro del país, y otros países como España. Pero lo que llama la atención es que muchos puneños sin mucha reflexión contribuyen negativamente a que se alimenten estos falsos nacionalismos.
Por ejemplo, llama la atención que los puneños sigan danzando los “Tinkus bolivianos” o en la danza de la morenada, muchas damas puneñas sigan representando a “tarijeñas” o “cochabambinas”. Este hecho sin duda alimenta muy bien el slogan dicotómico boliviano que parece gustar mucho a algunos conjuntos afiliados a la Federación de Folklore y Cultura de Puno.
Tal vez la Federación de Folklore y Cultura de Puno, necesite una reflexión sobre los aspectos normativos de una festividad, y su presidente algún asesoramiento sobre antropología cultural; y el Director del Instituto Nacional de Cultura, abrir los ojos a la realidad puneña y fijarse de cuan importantes son las políticas culturales como marcos orientadores de las actividades culturales en la región. Las demás autoridades que fomentan el turismo y el mismo Gobierno Regional y el Municipio de Puno reconocer con humildad que tienen serios desaciertos en lo que a fomento de la cultura puneña y andina respecta.
La formulación de políticas culturales en las circunstancias actuales se hace muy necesaria y debería ser una prioridad en la agenda regional porque nos permitiría afirmar la puneñidad y el puneñismo, la andinidad y el andinismo; es decir, un orgullo regional, y seguramente no se cometerían estos errores en los conjuntos de danzas de la región Puno.
Las festividades se caracterizan por su originalidad y por su permanente dinámica, donde los danzarines como auténticos animadores de cultura, crean su propia concepción de la modernidad y se valen de ella; sin embargo, cuando están no están muy bien orientadas, se corre el riesgo de empezar a imitar, copiar, sin ninguna reflexión y por consiguiente a distorsionar la autenticidad y la creatividad que son rasgos de la danzas en sus contextos culturales.
Sino corregimos estas tensiones entre puneños y bolivianos, seguramente habrá mas de uno levantando la bandera de un falso nacionalismo, y algunos comunicadores sociales que dirigen programas radiales y televisivos orientados a difundir y fomentar la festividad de la candelaria, sin ninguna reflexión seguirán siendo cola de ratón sin ton ni son a favor de las distorsiones, las imitaciones, y el erial en la cultura a falta de una auténtica vocación puneñista.
Walter Paz Quispe Santos
Hace poco pude mirar en la televisión puneña, un video clip boliviano con un rotulo que provoca abiertamente a la festividad de la Candelaria, dice “la diablada es creatividad y no imitación”. En los segmentos audiovisuales, cuando se presenta a la diablada como creatividad se muestra facetas de la diablada boliviana en pleno esplendor, y cuando se refiere a la diablada como imitación se presenta a la diablada puneña en un proceso de desintegración y decadencia. El hecho me permite realizar algunas reflexiones sobre la Festividad de la mamacha candicha.
En primer lugar, no se ha agotado el debate sobre el origen de la diablada; ni se tiene certezas sobre el origen boliviano. Pero existe un nacionalismo boliviano recalcitrante al respecto, que cree que las danzas como la diablada son en intención y extensión boliviana, a pesar de que existen indicios de dicha danza en el centro del país, y otros países como España. Pero lo que llama la atención es que muchos puneños sin mucha reflexión contribuyen negativamente a que se alimenten estos falsos nacionalismos.
Por ejemplo, llama la atención que los puneños sigan danzando los “Tinkus bolivianos” o en la danza de la morenada, muchas damas puneñas sigan representando a “tarijeñas” o “cochabambinas”. Este hecho sin duda alimenta muy bien el slogan dicotómico boliviano que parece gustar mucho a algunos conjuntos afiliados a la Federación de Folklore y Cultura de Puno.
Tal vez la Federación de Folklore y Cultura de Puno, necesite una reflexión sobre los aspectos normativos de una festividad, y su presidente algún asesoramiento sobre antropología cultural; y el Director del Instituto Nacional de Cultura, abrir los ojos a la realidad puneña y fijarse de cuan importantes son las políticas culturales como marcos orientadores de las actividades culturales en la región. Las demás autoridades que fomentan el turismo y el mismo Gobierno Regional y el Municipio de Puno reconocer con humildad que tienen serios desaciertos en lo que a fomento de la cultura puneña y andina respecta.
La formulación de políticas culturales en las circunstancias actuales se hace muy necesaria y debería ser una prioridad en la agenda regional porque nos permitiría afirmar la puneñidad y el puneñismo, la andinidad y el andinismo; es decir, un orgullo regional, y seguramente no se cometerían estos errores en los conjuntos de danzas de la región Puno.
Las festividades se caracterizan por su originalidad y por su permanente dinámica, donde los danzarines como auténticos animadores de cultura, crean su propia concepción de la modernidad y se valen de ella; sin embargo, cuando están no están muy bien orientadas, se corre el riesgo de empezar a imitar, copiar, sin ninguna reflexión y por consiguiente a distorsionar la autenticidad y la creatividad que son rasgos de la danzas en sus contextos culturales.
Sino corregimos estas tensiones entre puneños y bolivianos, seguramente habrá mas de uno levantando la bandera de un falso nacionalismo, y algunos comunicadores sociales que dirigen programas radiales y televisivos orientados a difundir y fomentar la festividad de la candelaria, sin ninguna reflexión seguirán siendo cola de ratón sin ton ni son a favor de las distorsiones, las imitaciones, y el erial en la cultura a falta de una auténtica vocación puneñista.
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